Dan González es el rubio, metro noventa y de ojos verdes, que hizo declinar a Riveros
Nadie ha dudado jamás que la verdad y la política nunca se llevaron demasiado bien, y nadie, por lo que yo se, puso nunca la veracidad entre las virtudes políticas. Esta constatacion hace referencia a un artículos publicado hace más de 100 años "Verdad y Política". El artículo se interesaba en dos cuestiones: por un lado, responder a la pregunta de si siempre es lejitimo decir la verdad y, por otro, indagar el daño que la política podía infligir a la verdad, básicamente por medio de la mentira. Esta introducción encaja perfectamente a nuestra realidad, el intendente Diego Riveros el día 8 de setiembre declaraba para un medio la firmeza y seriedad con la que estaba encarando su proyecto a la gobernación del departamento de la Cordillera.
Pero como Riveros sabe perfectamente que la mentira es una práctica que tradicionalmente la opinión pública relaciona con la profesión política, no dudó en hacer trabajar sus neuronas, e idear una excusa perfecta para pisotear su compromiso y generar una revolución dentro de su partido, con el único objetivo de desestabilizar al contrincante. El pasado fin de semana, a tan sólo cuatro días de haber dicho que era el mejor candidato, el más aceptado y querido, sorpresivamente, un ente espiritual se posó y le dijo lo contrario, que debía inmediatamente buscar al ser divino, que justo y coincidentemente era el hijo del candidato a diputado del equipo contrario, Dan González, hijo de Anuncio González, intendente de la ciudad de Tobati. Existe una larga tradición del pensamiento político que acepta positivamente que los políticos mienten a los gobernados.
No existe tal situación divina, ni tampoco el intendente de la ciudad de Tobati, es el rubio ojos verdes de metro noventa, que Riveros cree, la única realidad es que la figura del lord mayor de Caacupé, no despega como candidato, por la exigua credibilidad, si es que la tiene.