El promesero volverá a prometer

Como en el 2015, sin miedo a la mentira 

En la Villa Serrana, la coloquial expresión “promesero”, denota a una persona devota a la Virgen de los Milagros de Caacupé, quien a cambio de los favores recibidos se apresta a dar cumplimiento a sus promesas y realiza por lo general, extensos recorridos a pie para llegar hasta el Santuario y finalizar su agradecimiento con una plegaria.  

Es pues, la costumbre de pedir algo a la divinidad y prometer a cambio una acción sacrificada. Desde luego que lo prometido por el devoto es siempre alguna acción realizable por el mismo dentro de sus posibilidades reales. Un enfermo cardiaco no promete una camita desde Ciudad del Este a Caacupé, promete lo que realmente le es posible cumplir, ya que por devoción es inaceptable realizar promesas engañosas a la divinidad. 

La acción de prometer algo que se supone será cumplido luego de recibir el favor, implica un compromiso moral del cual somos plenamente conscientes los caacupeños, prácticamente todos somos o hemos sido promeseros de la Virgen, y desde muy pequeños internalizamos el concepto de honrar nuestros compromisos con la connotación religiosa que domina el ambiente de la capital de la espiritualidad Mariana del Paraguay. 

Ahora, más allá de la vida religiosa, el concepto de cumplir con lo prometido es también un precepto moral. Así, honramos nuestros compromisos cuando los asumimos, pagamos nuestras deudas y cumplimos lo prometido para no ser considerados por los demás como inmorales o deshonestos, personas cuya palabra no vale nada y es preferible no lidiar con ellas. 

No hay dudas de que la mayoría del pueblo caacupeño acoge este valor moral, por lo que sería una verdadera pena que sus autoridades no den el ejemplo de honrar compromisos y darle el debido valor a la palabra empeñada. 

Este es el caso del jefe comunal, quien para obtener los votos de un segundo periodo ha hecho uso irrestricto de las mal afamadas “promesas electorales”. Y es que, en efecto, el político Diego Riveros desplegó toda una batería de promesas populistas e irrealizables en atención a los recursos de la comuna. 

Ha prometido al pueblo una infinidad de obras que van desde equipamiento de plazas hasta un colosal hospital materno infantil, casetas de vigilancia policial, incluidos a los policías, moto patrullas y hasta una fábrica que tiene la capacidad de movilizarse de un logar a otro fabricando asfalto. 

Ha pasado casi un año desde su re elección, y el municipio no da visos de prosperidad económica y menos aún hay indicios del cumplimiento de todo lo prometido. 


En el mes de agosto los funcionarios de la dirección de tránsito realizaron una “sentata” para reclamar sus salarios mal pagados. Las deudas se siguen acumulando, los asfaltos dañan los rodados por su pésimo estado, las plazas públicas están en abandono y la basura se acumula en los rincones, además de ser inadecuadamente procesada en el “vertedero” municipal. 

Son muchas las falencias comunales a las cuales también debemos sumar las “promesas” del intendente. Sin embargo, el valor de su palabra empeñada y el valor moral de honrar las promesas realizadas no parece preocupar a Riveros. 

Su interés se centra en tomar el control de otra institución, es por ello que, de última hora, decidió dejar atrás su compromiso con el electorado caacupeño para postularse a gobernador. En la práctica esto significa utilizar el presente periodo de re elección con casi un año de nula gestión en cumplimiento de promesas electorales, abandonando el “barco” luego de un estéril recorrido. 

Desde luego que abandonar la intendencia no es un tema menor para el mismo intendente. Deberá planificar con extrema astucia un posible reemplazo, alguien de su absoluto dominio, que pueda seguir las ordenes sin cuestionar y mantener el estilo administrativo de baja confiabilidad por la orfandad de control y acciones de transparencia. 



En la puja por la gobernación, deberá prepararse un arsenal económico para el proselitismo interno en el mes de diciembre y las generales del próximo año, de igual manera imponer un candidato títere para la intendencia implicará otro enorme gasto de campaña. 

Muchos gastos, y el dinero deberá aparecer de alguna manera, tal vez el intendente gaste de su bolsillo o tal vez recibirá el apoyo de algún amigo, claro, con la promesa de devolución. 

Lo concreto es que las promesas continuarán, esta vez con eco para todo el departamento. 

El pueblo cordillerano escuchará las dulces promesas de todo aquello que sea grato al oído: asfalto, empedrados, hospitales, puentes y, si es necesario para esos puentes, ríos o arroyos. 

Riveros destacó en las últimas elecciones por su campaña proselitista de abundantes promesas, sus divulgadores mencionaban a cada barrio de la ciudad con una lista de promesas de obras si es que lo volvían a elegir como intendente. 

Lo eligieron, gasto un año del periodo sin cumplir las vastas promesas y ahora dejará la intendencia para su mejor porvenir político, de modo que, para lograrlo, irá al resto del departamento para hacer lo que mejor hizo en la campaña del 2021: prometer sin sonrojarse.   

El intendente hizo promesas al pueblo caacupeño a cambio de su voto. El pueblo cumplió, pero Riveros se quiere ir sin cumplir lo prometido. 

Habrá más promesas, es seguro.  Cumplimiento de promesas, seguro, que no. 




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